La humanidad ha avanzado de forma clara y continua hacia una realidad más justa e igualitaria, tal vez de forma mucho más lenta de lo que muchos demandamos y con muchas cosas todavía por corregir y progresar. Tenemos en nuestro haber la fuerza estructural de la libertad y la democracia, la aceptación universal de los derechos humanos como concepto teórico, aunque lamentablemente limitado en su aplicación en muchas partes del mundo y también con transgresiones e incumplimientos. El mundo ha aceptado la fuerza del raciocinio y del entendimiento por encima de todo tipo de violencia, debemos avanzar en un contexto imperfecto.
La muerte de George Floyd, hombre de 46 años afroamericano, a manos de cuatro policías estadounidenses de raza blanca, es un hecho repugnante. Estando esposado fue aplastado contra el suelo por dos policías durante más de ocho minutos, en ese tiempo pidió auxilio 16 veces por no poder respirar, finalmente murió asfixiado. Es un suceso horrendo que debe ser investigado como presunto homicidio y violación de derechos civiles.
Esta muerte merece la repulsa de los ciudadanos, la denuncia y las protestas sociales, sin duda, pero debe ser analizada de forma racional y civilizada. Las imágenes recogidas con cámaras de celulares por los viandantes son crueles y dolorosas para cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad. Utilizarlas para la denuncia y superación de este tipo de maltrato y abuso policial es positivo y recomendable. Aprovecharlas para el alboroto, los disturbios y la violencia es otro acto criminal que no tiene ningún tipo de justificación. Un presunto crimen nunca justifica otro crimen.
La utilización de un presunto homicidio para generar violencia y daños a personas y bienes e instrumentalizar las emociones con fines políticos es antidemocrático, radical y divisionista. Después de años de progreso democrático y de avance en la racionalidad a favor de las libertades y de los derechos humanos vivimos en una dolorosa deriva hacia la radicalidad y el populismo divisionista.
He definido el divisionismo como el intento político de dividir a la sociedad en dos grupos radicalizados diferentes, enfrentados por intereses personales, ideológicos o partidistas, que generalmente causan graves daños a la sociedad y a cada uno de los grupos a los que se quiere dividir y enfrentar. La radicalización política beneficia a unos pocos y perjudica a demasiada gente.
Es excelente que la posible violencia policial se reconozca, se persiga, se castigue y se viralicen sus actos a través de las redes sociales y los medios de comunicación. Pero es lamentable, doloroso y muy dañino la radicalidad, el divisionismo y la violencia. Es más que sospechosa la secuencia de movimientos violentos en distintos países a partir de la instrumentalización de hechos reprobables de gran contenido emocional y cuyos responsables nada tienen que ver con el objetivo violento y opresivo de las protestas posteriores.
¿A quién se quiere castigar con la violencia y destrucción que se genera en estas movilizaciones? A la sociedad, a determinados negocios, al gobierno, a instituciones democráticas o a algunos países determinados. Tal vez se quiera favorecer determinada fuerza política o tendencia ideológica, sea quien sea, es repugnante, antidemocrático, oportunista y dañino para la sociedad, las libertades, la democracia y el progreso.
Precioso y maravilloso gesto del policía de Los Ángeles, del presidente de Canadá y de otros arrodillándose contra el racismo. Yo también me arrodillo pidiendo perdón por la historia y la realidad del racismo en la humanidad.
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