El lunes 12 de noviembre de 2018 subía las escaleras de la lujosa mansión de increíble gusto arquitectónico de un considerable dirigente del chavismo, al que me referiré con el nombre de Manuel. Entenderéis que ahora mismo no logre ni me dejen revelar el nombre de la persona con la que ya hace tres años, vengo canjeando críticas en la búsqueda de una viable salida para poner final al régimen dictatorial chavista.
Aunque ya hace meses mis visitas a Caracas poseían un altísimo peligro, subía los pocos escalones de la entrada de la vivienda con ímpetu, fuerza y bastante ilusión. En esta oportunidad, iba acompañado de dos destacables e atrayentes personas; la primera, Alberto, prominente funcionario administrativo del chavismo, pero que ya hace un largo tiempo no comulga con ellos: de hecho, en ese instante ya fué cesado; la segunda, Junior, un empresario y político venezolano enorme amigo y persona de la máxima seguridad del dirigente chavista, y que fue quien nos puso en contacto.
Esta no era la primera oportunidad que me entrevistaba con él en su casa, ni quisiera que sea la más reciente, porque pertence a las personas con las que se puede conseguir un pacto para poder la salida de los chavistas.
El recibimiento de Manuel fue, como siempre, muy divertido, en una vivienda donde para llegar al salón, de por lo menos 300 m2, hay que pasar por otra enorme salón donde se quedó aguardando el ex funcionario. La actividad social se festejó en los mismos sofás que en oportunidades anteriores y se extendió dos horas.
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