Somos 7.700 millones de habitantes del planeta Tierra, todavía no hemos alcanzado ni la democracia global del mundo ni la de muchos países. En muchos de ellos gobiernan la dictadura, la opresión, la represión, la desigualdad y la injusticia. En otros, hay democracias imperfectas con demasiadas limitaciones, en muy pocos, democracia avanzada y en ninguno democracia plena y respeto total a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En las estructuras de poder mundial no existe nada parecido a una organización democrática más allá de asociaciones sin poder real ni competencias. Esta descripción objetiva y real tal vez sea demasiado poca cosa, pero es muchísimo más que lo que teníamos hace 100 años y posiblemente sea un gran logro llegar a alcanzar lo poco que tenemos. Estamos ante la clásica duda de si tenemos el vaso medio lleno o medio vacío. Realmente la objetividad pura no existe, está ligada a la memoria de los que definen la realidad, a la comparación con la historia, con los eventos y hechos de la misma.

En este caso el vaso está menos de medio lleno, posiblemente menos de 1/4 pero el avance ha sido gigantesco. Pudo haber sido mayor y ahora con la revolución de la comunicación y todo lo que contiene y significa la era digital tiene que ser y debemos trabajar para que sea muy superior entre otras cosas porque los ciudadanos, los países y el mundo lo necesitan. El objetivo fundamental del ser humano es la libertad, escalón imprescindible y previo para la felicidad. Nuestra libertad debe ser coordinada de manera justa y equitativa con el conjunto restante de toda la sociedad y en consonancia de los 7.700 millones de habitantes.

Hay mucho margen de maniobra para el prácticamente total ejercicio de nuestra libertad, en el terreno de compartir y el de la generosidad. Elementos que más que limitar nuestra libertad la complementan y le dan una dimensión superior y de mayor felicidad. Poco sentido tendría nuestra vida sin la existencia de los otros, casi todo lo que entendemos por felicidad está en relación a nuestra capacidad de comunicar, sentir, amar y proyectarnos en los demás. Pero como todo en la vida, la libertad tiene que ser regulada para que todos los derechos, por necesidades obvias del entendimiento mundial, de todas las complejas estructuras de todo tipo sociales, religiosas, económicas y políticas y de las personas tengan sus contrapartidas y obligaciones.

Todos tenemos derecho de gozar de nuestro planeta y por lo tanto todos tenemos la obligación de cuidarlo para que nuestro disfrute continúe. A su vez para que también se lo dejemos en condiciones adecuadas a las próximas generaciones. Tenemos derecho a tener hijos, por lo tanto, también la obligación de cuidarlos. Tenemos derecho a ser iguales y con los mismos derechos por lo tanto los demás tienen derecho a tener los mismos derechos que nosotros. Así en millones de cosas. Quid pro quo, lo que significa algo por algo o algo a cambio de algo. Mi libertad y mi respeto por la libertad y respeto de los demás.
El filósofo francés Jean Jacques Rousseau afirmó en 1762 que el hombre es bueno por naturaleza, que nace bueno y libre pero la sociedad lo corrompe. En el siglo anterior, el filósofo inglés Thomas Hobbes prácticamente defiende lo contrario y manifestaba que el motor del hombre es el miedo y su egoísmo y que estamos en guerra unos contra otros. Aunque parezca algo contradictorio los dos tienen algo de razón, nacemos inocentes, la vida es difícil y compleja y desde el origen de la historia el ser humano, igual que cualquier otro animal salvaje, ha tenido que luchar duramente para su supervivencia. Al ser humano le define su libertad y su libre albedrío lo que significa su autonomía, libertad y capacidad de elegir entre el bien y el mal. Entendiendo el bien como la esencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el mal, el incumplimiento de estos. Además, entiendo que el ser humano tiende antropológicamente al bien y posiblemente pudiéramos decir que el hombre la mujer son antropológicamente buenos.

Todo ello partiendo de la defensa prioritaria de uno mismo, sus propios derechos, necesidades e intereses. Pero esa tendencia generalizada no es del todo mala si es equilibrada, justa, empática y cumpliendo las normas y leyes. El egoísmo por definición, según la RAE, es “inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”, evidentemente con gente así lo tenemos mal.

La mayoría de la población son buena gente que van en cierta medida prioritariamente a lo suyo, pero tienen conciencia social, les gusta vivir en armonía con el prójimo, tienen empatía, se mueven por los intereses colectivos y cumplen con sus obligaciones sociales y las normas y leyes que le corresponden, aunque a veces preferirían no hacerlo. Por ello, por decisión de todos deberíamos pensar y decidir claramente cuáles son las cosas que debemos hacer y debemos obligarnos con normas y leyes.
Los egoístas y los tramposos son muy habilidosos para conseguir sus objetivos a mayor gloria y beneficio suyo con el consiguiente daño a la sociedad y especialmente de los más desfavorecidos. Ya he resaltado en otros artículos que los mayores enemigos del mundo son el nacionalismo, el fundamentalismo político y el religioso y el racismo. Son grandes males de la humanidad basados en el egoísmo egocéntrico que es el peor, el más radical, el más inhumano y el más perturbador y contrario a la fraternidad, la igualdad y los derechos humanos. Está basado en la exaltación de elementos primarios, emocionales y de fácil manipulación.

Históricamente distintas civilizaciones han matado por este concepto. Lamentablemente en la actualidad, en el siglo XXI lo siguen haciendo. Puestos a estar en el camino de la perversión es posible que los líderes y seguidores de uno de estos tres conceptos se apunten al paquete completo, nacionalistas, racistas y radicales ideológicos.

En casi todo el mundo el racismo es considerado un delito penal, sirva como ejemplo el artículo 510 del Código Penal español dentro del título XXI del capítulo IV delitos relativos al ejercicio de los derechos fundamentales y libertades públicas, que establece “los que provocasen a la discriminación, al odio, a la violencia contra grupos o asociaciones, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía, serán castigados con la pena de prisión de uno a tres años y multa de seis a 12 meses“.

Este planteamiento que castiga con penas de cárcel a los racistas lo aplica en extremo a otro tipo de discriminaciones también recogidas por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas avalada por 193 países miembros, es decir, por todos. Aunque como ya hemos hablado una cosa es firmar y avalar y otra cumplir. Realmente este artículo valdría para ser aplicado al menos filosóficamente y posiblemente penalmente a los fundamentalistas ideológicos y a muchos de los llamados nacionalistas. Independientemente que, como antes hemos dicho, ambos en muchas ocasiones son xenófobos y racistas. En el texto anterior del Código Penal español recoge como delito la discriminación u odio por su origen nacional.
En 1863, hace menos de 160 años, prácticamente la época en que nacieron mis abuelos fue abolida la esclavitud en Estados Unidos, proclamada la emancipación por el presidente republicano Abraham Lincoln. El 31 de enero de 1865 el Congreso americano aprobó la 13 enmienda con los 2/3 requeridos. Podemos definir patriotismo como un sentimiento de amor o afecto a tu país de nacimiento o de acogida al que te sientes unido por su cultura e historia y en cierta medida el orgullo y la satisfacción de pertenecer a él.

Nacionalismo es más un sentimiento mezclado con conceptos e ideología, es decir, la ideologización del patriotismo. La socióloga, historiadora y antropóloga rusa Liah Greenfeld lo define como “conjunto de ideas y de sentimientos que conforman el marco conceptual de la identidad nacional”. El nacionalismo, al ideologizar y en cierta medida instrumentalizar un sentimiento, lo transforma más bien en una alternativa política difusa y poco clara. De hecho, hay dos líneas o maneras contradictorias de ser nacionalistas, la modernista o constructivista consistente en una comunidad humana con soberanía preexistente y la perennialista o primordialista que desvincula la nación de la soberanía y la vincula a tiempos históricos y lejanos. La primera es una nación real y reconocida y la segunda una interpretación cultural histórica subjetiva.

En mi opinión el problema de la indefinición del nacionalismo es mezclar dos cosas incompatibles que son el hábitat, la cultura y los sentimientos con la ideología e instrumentalización política de los sentimientos. Además, que la ideología no puede ser aplicable a todo un territorio y si lo es, solo es posible en forma de dictadura y opresión. De hecho, los gobiernos nacionalistas son dictatoriales o pseudo dictatoriales y supremacistas ideológicos.

A finales de mayo de 2019 fui invitado como ponente politólogo al XII Congreso de la Organización Demócrata Cristiana de América, allí coincidí con el también ponente invitado y presidente del Partido Nacionalista Vasco de España, PNV, Andoni Ortúzar, después de que yo dijera que uno de los enemigos del mundo y del ser humano era el nacionalismo, manifestó que en su opinión, su partido no debería llamarse nacionalista ya que él personalmente no estaba de acuerdo con lo que representa la palabra y lo que conlleva de historia, realidad e ideología. De hecho, Hitler, Mussolini y Franco fueron dirigentes nacionalistas y dictadores. En Europa actualmente hay varios dirigentes políticos de corte ideológico nacionalista que en todos los casos son coincidentes como de extrema derecha y realmente lo son.

Los nacionalistas son o suelen ser populistas, divisionistas, supremacistas ideológicos y autoritarios. Así como hace 160 años en una democracia como la de Estados Unidos existía el esclavismo todavía es legal el nacionalismo cuya línea ideológica está en contra de la filosofía de las leyes y del código de valores del mundo. Pienso que en no mucho tiempo el nacionalismo y sus principios serán abolidos y prohibidos.

Antes hablábamos del libre albedrío en el que es indudable que el ser humano lucha prioritariamente por su bien y el de los suyos, sus seres amados. Pero a partir de eso la mayoría y cada vez más, luchan por la igualdad y la fraternidad, sienten empatía por el resto de ciudadanos, más a los de su entorno y su cultura que los lejanos, de otros países y de culturas diferentes de los que empatiza y le reconoce los mismos derechos. Hay otros que solo se aman a sí mismos, poco a su mundo más cercano y nada al resto, mostrando indiferencia e incluso a veces odio.
Esto se junta con políticos ambiciosos de poder, dispuestos a cualquier cosa para conseguirlo. Los ciudadanos se mueven entre el amor a sí mismos y al resto, entre el egoísmo y la empatía consiguen en general un cierto equilibrio, el cual se puede desplazar hacia un lado u otro. Generosidad, solidaridad y la empatía con el diferente y lejano no es siempre fácil y el justificar a veces un discurso contra el foráneo, distante y diferente inventando injurias, enemistad o posibles conflictos, pueden ser bien recogidos por parte de la población. Si además eso le aporta algún beneficio al ciudadano, mejor que mejor. Este tipo de discursos nacional populistas suelen tener especial recepción en épocas de crisis económicas como pasó con Hitler en Alemania.

Todos los nacionalismos y sus dirigentes exaltan los sentimientos primarios de sus ciudadanos, los valores patrióticos, el orgullo nacional y una cierta superioridad con respecto al resto, buscan el conflicto con el resto del mundo e incluso su maldad, mediocridad, incomprensión y su posible incompatibilidad, enemistad y peligro.

Hay dos estadios o formas de ser nacionalistas, el del que es de un país y el del que siendo parte de un país o de varios, con la excusa de ser supuestamente una nación, luchan por la independencia. En la primera forma tratan de distanciarse del resto del mundo, creen que para ellos es mejor vivir separados y que es más beneficioso para su país y sus ciudadanos generar el máximo de barreras con el resto. A veces se creen superiores, creen que tienen valores ideológicos mejores, su nivel de vida es superior, creen que así sacan ventaja, su situación económica es mejor o no quieren que los problemas sociales y económicos de los extranjeros perjudiquen su forma superior de vida.

A veces los nacionalismos que siempre son populistas se transforman en dictaduras o pseudo dictaduras y para justificar las mismas para controlar la sociedad o ambas cosas necesitan y utilizan el distanciamiento de otros países y el bloqueo parcial o incluso casi total de relaciones con el exterior.

Realmente las formas de Estado nacionalistas y cerradas son el esquema y funcionamiento de los países en el pasado. En los que su supremacismo ideológico, de raza, cultura y religión acompañado de una inmensa ambición de poder lleva a las naciones a controlar el mundo mediante la invasión de otros países y la creación de imperios que de hecho controlaron depende que épocas, gran parte del mundo desde cientos de años a. C. hasta parte del siglo XX. Los más importantes en peso, extensión de terreno dominado y porcentaje de la población mundial fueron los Imperios persa, griego, romano, chino, bizantino, turco-otomano, musulmán-islámico, ruso, mongol, francés, español e inglés. Hubo otros de menor envergadura y de menor tiempo, el portugués, japonés, austrohúngaro o el intento fallido de Hitler que duró 12 años. Los imperios son el pasado, el nacionalismo de Estado no cumple con la modernidad y va en sentido contrario a la historia y al futuro. Va contra la escala de valores de la sociedad actual y contra los derechos humanos.

El mundo ya no es entendible sin democracia, libertad, igualdad y fraternidad. Los nacionalismos son un escondite para huir, trampear y obviar estos principios. Se amurallan escudándose en la soberanía mal entendida. Ahora toca avanzar en las estructuras internacionales democráticas y eficientes, dándole competencias para gestionar la parte del mundo que está sin control ni gobierno, como es el caso de los océanos, el medioambiente global, los polos y muchos temas que requieren coordinación, gestión y competencias internacionales como son los temas de salud mundial y las pandemias, a modo de ejemplo. También la seguridad mundial, el narcotráfico, el mundo digital, los monopolios internacionales, la delincuencia internacional, los derechos humanos globalizados, la protección de los niños, las necesidades vitales del mundo, como el hambre y el agua, y otros muchos temas más.
De la misma manera que un país debe respetar al máximo la libertad individual del ciudadano, las estructuras democráticas mundiales deben respetar la soberanía de los países, pero por ello no deberá dejar de tener una estructura internacional democrática debidamente empoderada. El futuro va hacia un triángulo depositario del poder que tiene como base fundamental el ser humano como esencia de la soberanía, el mundo y los países están al servicio y bajo el poder de los ciudadanos. Todas las estructuras de poder que gobiernan y deben gobernar el mundo de cualquier tipo y estructura deben ser democráticas directamente elegidas por los ciudadanos y al servicio de ellos.

El poder de los países y de las estructuras de poder internacionales nunca deben ser independientes del ser humano. La democracia en escalones no es una democracia sobre todo cuando los escalones son varios y en los distintos niveles se mezclan falsedades y trampas. No puede haber en el mundo lagunas de poder, las cuales son inmediatamente ocupadas por intereses espurios, interesados y contrarios al interés del hombre. Los países que son y deben ser soberanos o lo son solo en defensa de sus ciudadanos y de su cultura, costumbres e idiosincrasia que nunca deben ser contrarios a los derechos humanos del ser humano más allá de sus fronteras, deben proteger globalmente el planeta y colaborar conjuntamente con el resto del mundo para coordinar todo lo necesario para el mejor funcionamiento y felicidad del ser humano, tanto dentro de su país como en el resto del mundo. Deben cooperar con el empoderamiento de las estructuras internacionales en la defensa, eficiencia y armonía del mundo y en la solución de los problemas globales.

Detrás de algunos supuestos planteamientos ideológicos hay muchas veces la defensa de intereses particulares y personales o de grupos económicos o de grupos dictatoriales en connivencia con grupos económicos o ideológicos. Dentro de los llamados nacionalistas primordialistas están los que prácticamente de la nada, quieren construir una nación previamente inexistente. Pienso más bien que es un nacionalismo sobrevenido, oportunista y ventajista. Parten del hecho de que nunca han sido un país o un Estado reconocido como tal pero que tiene un sentimiento y una cultura en común. Pero con el debido respeto esto lo tiene cualquier ciudad, pueblo, comarca, parte de territorio o incluso un determinado barrio de una gran ciudad.

Las personas se exaltan con facilidad por tres elementos que antes hemos denominado como enemigos del hombre y del mundo, raza, nacionalismo y radicalismo ideológico, hasta el extremo en que llegan a matar.

Sirve como ejemplo reciente el IRA en Irlanda del Norte, ETA en el País Vasco, el Estado Islámico Isis, Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y otros muchos. Exaltar sentimientos es fácil y es un truco que muchos dirigentes políticos han utilizado más en su propio beneficio que en el del pueblo que representan. Aunque a veces hay beneficios o parte de estos que pueden ser compartidos. En el caso de zonas o regiones ricas dentro de determinados países.

Dentro de la organización económica de un país suele haber un uso del dinero público para una cierta redistribución de la riqueza mediante impuestos en beneficio de los más necesitados o menos ricos y por lo tanto, en detrimento de los más ricos. Eso que realmente no suele ser tan significativo es utilizado por los dirigentes políticos nacionalistas para exaltar a la población. En Cataluña acuñaron el falso eslogan basado en el concepto de “España nos roba”. Las emociones y los sentimientos primitivos inclinan al ser humano a posiciones más egoístas, menos sociales y empática que son un producto de la educación, la reflexión, la racionalidad y de una cultura más avanzada y moderna. Los dirigentes nacionalistas saben que hacen trampa con la historia y no les importa utilizar valores del pasado para manipular el presente y su potencial electoral.

Los nacionalistas ex novo, que son los que no tienen un pasado histórico como nación independiente, buscan un relato y para ello no dudan en sesgar los hechos, mentir sobre la historia y transformar el pensamiento en ideología divisionista en el doble sentido, interno, enfrentando a los ideológicamente nacionalistas contra los que no lo son y a los habitantes de la zona donde viven los nacionalistas contra los del resto del país. En el caso de que los ideologizados nacionalistas tengan determinados órganos de gestión política utilizan los mismos de forma prioritaria en incluso abusiva en favor de la ideologización nacionalista. Los nacionalistas catalanes en la actualidad, año 2020, han conseguido ser divisionistas de forma triple, media Cataluña contra la otra media, enfocando la acción del gobierno catalán contra España, y dentro de España, ayudando y apoyando a que el gobierno de España dividida a España en dos de forma visceral.

El Diccionario del español jurídico de la RAE define nacionalismo como la “ideología que sitúa a la nación propia como eje de la acción política o económica, ya sea para favorecerla aun en perjuicio de las naciones vecinas o con el fin de conseguir su secesión respecto del estado en el que está integrada”. En general, el concepto de nación es entendido como polisémico o como otros autores filósofos e historiadores como un concepto laxo o poco específico y por lo tanto dado a diversas interpretaciones, en consecuencia, fácil de manipular.
La clave no es tener un relato ex novo basado en medias verdades y muchas falsedades a veces para demostrar el cumplimiento de un concepto discutible e impreciso como el de nación, sino que además esa no es la cuestión. Lo que quieren los autoproclamados nacionalistas es la independencia de una parte del territorio que, perteneciente a un país soberano preexistente con el que comparte historia, costumbres, sentimientos, cultura e idioma. En muchos casos estos conceptos están más arraigados y unidos de forma más clara y potente con los actuales compatriotas que con los de la nueva hipotética nación conceptualmente construida. En muchas ocasiones los nacionalistas se quieren independizar de un país democrático con constituciones y leyes en las que han participado todos los ciudadanos de ese país y en las que la soberanía reside en la totalidad del pueblo. Por lo que la decisión de la posible independencia no puede ser tomada unilateralmente por una fracción de la misma.

En el ánimo de construir el relato nacionalista, buscan elementos diferenciadores con el resto del país o Estado al que se pertenece, en prácticamente todos los casos, la ambición desmedida de parte de los líderes locales o regionales, transformados según su nuevo criterio en líderes nacionalistas para tener más poder político y administrar todas las competencias que hasta entonces tienen en gran parte el conjunto del país o el Estado.

El desmembramiento de los Estados creando nuevos Estados no es bueno ni para el necesario desarrollo del mundo y de sus precarias estructuras internacionales ni para el propio nuevo Estado que se independiza ni para el Estado del cual se independiza. El mundo debe ir hacia una estructuración no hacia la desestructuración. Imaginemos que España, que tiene 17 autonomías y 2 ciudades autónomas con muchas o casi todas las capacidades de gestión, se transformase en 19 nuevos estados, y así lo hicieran los 27 países de la Unión Europea convirtiéndose la Unión Europea en más de 300 países, eso la haría completamente inviable y si ese comportamiento se extendiera al mundo complicaría gravemente el ya bastante deficiente funcionamiento de las estructuras internacionales con grave daño para los 7.700 millones de habitantes.

Hasta los propios nacionalistas no quieren que los demás se independicen ni aceptarían que simultáneamente o a posteriori una parte de su hipotético territorio se segregase de ellos. También un aparentado nacionalismo puede servir para blindarse ante casos de corrupción u otros delitos utilizando determinados fueros. La defensa de valores de contenido muy emocional o popular pueden servir para, en cierta forma, blindarse ante la justicia no solo por los fueros especiales de determinados cargos electos sino además por la prevención y en cierta medida miedo de otros poderes, como el judicial, de excitar a una parte de la población más radicalizada.
Es un viejo truco ante un problema político de un país buscar un problema exterior para esconder el problema real del país, que también sirve para esconder o desviar la atención de actuaciones indebidas de determinados dirigentes, apelando a valores populares en favor de la patria y de protección ante el extranjero. Son discursos xenófobos utilizados en busca de votos o de protección popular exacerbando el patriotismo y sus símbolos.

Lo malo del nacionalismo es que por el beneficio e intereses espurios de sus dirigentes se dañan valores democráticos, éticos, sociales y económicos de los colectivos a los que dicen defender, al país al que pertenecen y al mundo en general.

Fuente: El Nacional